Blade Runner 2049: el transhumanismo rebelde

Por Mauricio Guerrero

Han pasado 32 años desde que se estrenó Blade Runner, dirigida por el entonces prometedor Riddley Scott, quién ya había hecho mella por su obra Alien  (1979) años atrás. Aquellas dos le valieron una gran carrera que continúa hasta la fecha con aciertos y desaciertos.

Basada en la magistral novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? del autor estadounidense Phillip K. Dick, cuenta la historia del entonces futuro mundo de Rick Deckard, donde una nueva especie de androides llamados replicantes se rebelan contra los humanos -sus amos y creadores- bajo la consigna de que también tienen derecho a la vida, aunque no sean humanos.

Recordemos que Phillip K. Dick no es un nombre que deba tomarse a la ligera, pues es una de las grandes mentes de ciencia ficción moderna y su visión particular del mundo, producto de la esquizofrenia que lo llevó a la locura, dejó en su obra temas y dudas, aunque razonables, a gran distancia de lo “normal”.

Ahora la batuta está en manos del canadiense Denis Villeneuve, que al igual que Scott ya ha tenido aciertos importantes como La Llegada (2016) y El Hombre Duplicado (2013). En Blade Runner 2049 (2017), Ryan Gosling en la piel del agente “K”, referencia al autor quizá, se encarga de seguir averiguaciones similares a las que llevaron a Deckard a un camino de dudas sobre lo que consideraba real o correcto.

Scott y Villeneuve entendieron el origen de la historia y aunque con diferencias narrativas respecto a la original, ambas cintas proponen un tema complejo, tal y como el autor. En la primera Dekcard se cuestiona la diferencia entre lo real y lo fantástico, entre lo humano y cibernético y entre lo artificial y lo natural gracias a una serie de encuentros profundos con varios replicantes.

Para los años 80, todo aquello sonaba a ficción, a cyberpunk, pero basta con darse una vuelta por la filmografía entre ambas cintas para ver cómo el tema adquiere dimensiones más estridentes.

Cintas como Robocop (Verhoeven, 1987), Ghost in the Shell (Oshii, 1995), El Hombre Bicentenario (Colombus, 1999), Matrix (Hnas. Wachowski, 1999), Avatar (Cameron, 2009) o Her (Jonze, 2013) nos hablan del transhumanismo, un movimiento intelectual y filosófico que supone la evolución de la especie humana basada en la tecnología y la ciencia.

Pensemos un poco que bajo todo su cursi discurso, El hombre Bicentenario es una cinta donde un robot alcanza a replicar la biología humana en algo así como 200 años. En Avatar, un soldado cambia de especie y se convierte en alienígena, aunque de nuevo, el discurso se pierde entre las ideas eco-friendly y la buena vibra hippie (que no está para nada mal). Y en Ghost in the Shell una detective escapa de la muerte al implantar su conciencia en un robot.

Ejemplos y reflexiones al respecto sobran y Villeneuve las toma en cuenta, las explota y al mismo tiempo las dosifica ¿será un plan con maña para darnos otra secuela? ¿O se ha convertido en tan buen narrador que sabe hasta donde contar?

En ese “¿serán peras o manzanas?” Blade Runner 2049 nos habla de un futuro en el que no sólo los seres artificiales han alcanzado niveles de “humanidad” serios, o continúan buscando su libertad, sino que todo gira en torno a la escalada evolutiva y justificadora de la existencia de los replicantes y es trabajo del agente “K” buscar respuestas, aunque terminemos todos con más preguntas.

Villeneuve nos anticipa una revolución, un enfrentamiento entre replicantes y humanos, no por el dominio de la tierra, sino por el reconocimiento de una minoría ¿a caso eso no nos suena familiar?

Esta historia tampoco olvida del rol de la memoria: sentimental, intelectual y sobre todo político. Porque ahí donde hay recuerdos es porque ha transitado la vida y ésta es obra en la naturaleza, está en el alma de las cosas. Es transcendental a nuestra idea de humanidad.

Ahí es donde está la acción, el conflicto, cuyo discurso ni se siente vintage ni futurista, aunque los filmes de Blade Runner nos hacen voltear hacia atrás y hacia adelante. ¿Estamos listos para aceptar una nueva especie, incluso, superior a la nuestra? O ¿es más necesario pensar primero en los problemas de la actualidad y luego meternos en asuntos de ciencia y ficción? O, citando al personaje de Dave Bautista, ¿es que no hemos visto nacer un milagro?