Es sólo rock and roll, pero no deja de gustarnos

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Por Anahí Colombón Gálvez

El show histórico de los Stones en Cuba, la isla del ron y los habanos, me hace evocar lo que viví en el Foro Sol. Escribir una crónica sobre uno de los mejores conciertos al que he asistido, hasta el momento en mi vida, hace que se me ponga la piel de gallina, pues es como si volviera a vivir esos instantes que hicieron que mi yo desapareciera para fundirse con la música.

El show comenzó unos minutos después de las 9:00 pm, las luces se apagaron y comenzaron a mostrarse en las pantallas imágenes del mítico logo creado por John Pasche, con los colores de la bandera mexicana. Los primeros acordes de Keith Richards junto con los fuegos pirotécnicos encendieron la noche al ritmo de Jumpin’ Jack Flash, canción que de inmediato me hizo recordar el concierto que la banda ofreció en nuestro país en el año 2006, con motivo de la gira A Bigger Bang. En aquella ocasión sus Satánicas Majestades abrieron con la misma rola. Diez años después las piedras le volvieron a sacar la lengua a los mexicanos, y para la fortuna de nosotros sus seguidores, se encuentran en el mejor momento de su carrera.

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 Cerca de 120 000 almas cantamos, bailamos y gritamos llenos de emoción por ver a nuestros ídolos, sobre todo cuando Mick dijo, en un español con un acento bastante chistoso, que éramos un público muy chingón. Luego siguieron las emblemáticas It’s only rock ‘n’ roll (but I like it , Tumbling dice y Out of control, las cuales fueron entonadas a todo pulmón. Después Jagger anunció un concierto para la siguiente semana; todos teníamos la esperanza de que el rumor de un show gratuito en el Zócalo fuera parte de las sorpresas de la noche, pero no fue así.

El vocalista de los Stones dijo que próximamente Roger Waters se presentaría en nuestro país con The Wall, espectáculo que sería patrocinado por el precandidato republicano Donald Trump. La broma sarcástica de Mick nos causó risa, pero de ésa que finges cuando te recuerdan algo que en el fondo te lastima e incomoda. El incidente se olvidó rápidamente cuando llegó el momento de conocer la canción más votada por los fans de Facebook para que fuera tocada aquella noche. La ganadora fue Let’s spend the night together, canción con la que conocí a los Stones a los 4 años, cuando mi abuela paterna despertó en mí el culto por su música. El momento romántico de la noche llegó cuando se escuchó la guitarra acústica de Angie, canción que seguramente muchos de los presentes alguna vez dedicaron para tratar de quedar bien.

Sin duda alguna Paint in black fue una de los mejores momentos de la noche. La canción más emblemática del grupo nos hizo recordar la época dorada de la banda, la cual contó con el genio creativo de Brian Jones. En esta ocasión el riff de sitar fue sustituido por las guitarras de Keith y Ron WoodHonky Tonk Women arribó después con su característico coreo que deleitó nuestros sentidos. Poco después Keith cantó You got the silver y Happy, lo cual me hizo pensar que Richards es mejor tocando la guitarra.

Midnight rambler, amenizada con la armónica de Jagger fue uno de los momentos más recordados, ya que escuchar esta canción tan anhelada por muchos de nosotros fue sin duda alguna una muy grata sorpresa. Luego vino Miss You, con la cual Mick mostró su lado más sensual deleitando a sus fans con sus clásicos pasos de baile.  Gimme Shelter no se hizo esperar cuando las notas altas de la corista fusionadas con la voz de Jagger nos pusieron a mover el esqueleto al ritmo de un baile sensual entre los cantantes.

Start me up fue otra de las rolas que pusieron a bailar a todo el público, incluso a los más seriecitos. Posteriormente se escucharon las primeras notas de Sympathy for the Devil, en la cual el famoso coro y la letra delirante invocaron la presencia del Dios de la oscuridad, el responsable de la muerte de Jesucristo y de las desgracias de la humanidad. La batería de Charlie Watts, y el solo de saxofón en Brown Sugar hizo que sacudiéramos las caderas, mientras que You can’t always get what you want amenizada con el coro de jóvenes y las notas del corno francés nos regresó a la realidad de la vida diaria, una en donde a veces no podemos tener todo lo que creemos que nos haría felices, pero que lo más importante es intentar conseguirlo.

Para cerrar con broche de oro no podía faltar la clásica I can’t get no satisfaction, canción que cimbró con su famoso requinto a todo el Foro Sol. Entre aplausos y gritos de algarabía los cuatro grandes del rock se despidieron de los mexicanos, dejando a su público más que complacido. Por un momento todos fuimos libres, y los chillidos y pasos de baile desenfrenados, que muchos de nosotros realizamos durante el show, fueron una verdadera catarsis que nos liberó por unos instantes de la tan odiada rutina.

 The Rolling Stones demostraron que todavía se puede rockear a los setenta años, y que la verdadera juventud no se encuentra en el exterior; sino en el corazón. Después de haber presenciado este mítico evento puedo afirmar que a pesar de los años, ellos están más vigentes que nunca, por lo cual siempre serán la banda más grande de todos los tiempos.