La guerra de Manuela Jankovic, o las batallas cotidianas de México
Por Fernando Cervantes Radzekov
La guerra asesina a un sin número de personas, pero son más las personas que pierden el gusto por vivir a causa de las marcas y el miedo que la batalla deja tras de sí. Los horrores se heredan; este es el tema central de la película de Diana Cardozo, directora del film.
La historia de Manuela Jankovic (Karina Gidi), una joven mexicana de ascendencia serbia, transcurre en dos ámbitos: su trabajo en la cocina y el cuidado de su abuela en casa. La película está ubicada temporalmente en 1991 cuando la Guerra de los Balcanes está en desarrollo. Locativamente se encuentran en la zona de la Lagunilla, en la Ciudad de México.
Su trabajo lo realiza en un bar de un barrio croata. Su jefe, Rogelio (Carlos Corona), es partidario de Yugoslavia y por lo tanto sus parroquianos son del mismo talante. Manuela tiene que soportar diversas ofensas por las burlas hacia los serbios. En un principio, ella es ajena a las burlas, pues ella se siente totalmente mexicana, pero las burlas van subiendo de tono hasta el maltrato y la violencia. Manuela entonces se defiende con minucias pero la discriminación no para.
Por otra parte, su abuela, Lazla (Mima VukovicKuric), ante las noticias de la guerra, comienza a prepararse ante la guerra, pese a que ocurre del otro lado del mundo. Su experiencia por la Segunda Guerra Mundial la hace sufrir una especie de histeria y obsesión por la seguridad de su nieta y de ella. Compras excesivas, búsqueda de un refugio antibombas (mismo que, como muchos hemos pensado, estaría perfectamente ubicado en los túneles de metro barranca del muerto y toda la Línea 7), e incluso ella piensa que es mejor ir al campo que quedarse en la ciudad.
La llegada de Luis (Kristyan Ferrer) como ayudante de cocina le muestra por primera vez el mundo del amor, sin embargo no se logrará por culpa de la abuela. Comienza un odio hacia su ascendencia. Pero la posterior burla de su jefe contra Lazla hace que Manuela cobre conciencia de unión por su sangre. Es la gota sangrienta que derrama el vaso de su dignidad. Un caballo albino corre sin rumbo en la noche; sus ojos blancos miran sin lógica, su fosas inhalan a Manuela, huelen la locura a la que se le ha orillado. Lejos, muy lejos se escucha una canción popular serbia donde se recuerdan las noches nevadas. Esta es la imagen de la guerra, la sin razón y el murmullo del viento que entona canciones llenas de dolor. Esta es la guerra de Manuela.
Ésta será la melancolía y el canto que en un futuro escucharemos en México. Como un profeta, la directora nos muestra el porvenir.
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