Die Antwoord y el caos como estética

Por Aiko Domínguez

La sociedad es polar y paradójica: vive realidades infinitas donde algunos intentan salvar al mundo mediante actos altruistas, llamados de atención en pro de la naturaleza o incluso con innovaciones tecnológicas; pero también está un lado que se mueve más en la periferia (y por lo mismo, quizá, es más notado), donde se conciben al dinero, la belleza física y el poder como metas de éxito a alcanzar.

Para la gente que se deje envolver en este último mundo social, no es de sorprender que se sientan atraídos por los reality shows, la explotación de la sexualidad, la música comercial, el cine del remake y el celuloide de la moda. Es más, incluso fenómenos de la farándula como Keeping up with the Kardashians incluyen todos los conceptos anteriores.

Watkin Tudor Jones y Anri du Toit, cuyos respectivos nombres artísticos son Ninja y Yo-Landi Visser, junto con el misterioso Dj Hi-Tek formaron la agrupación Die Antwoord en una época donde el hipo-hop, el rap y el rave se asociaba a dos vertientes muy claras: cantantes ex­-delincuentes de barrios bajos creadores de música de denuncia y cantantes junkies vendidos al sistema con ornamentaciones de oro. Al ser los géneros antes mencionados estructura de la música de Die Antwoord, ¿qué habría de distinguirlos del resto? La respuesta es simple: sus raíces.

Tanto Ninja como Yo-Landi son originarios de Sudáfrica, Ciudad del Cabo, donde las comunidades conviven diariamente con un sinfín de culturas, idiomas y colores;  lo ancestral y lo moderno; el triunfo del capitalismo y la caída de las tradiciones sudafricanas. Este pasado humilde, en toda la extensión de la palabra, hicieron que el grupo musical nunca desviara su creatividad a fines de la industria.

Y he ahí donde nace el arte. Luego de años de experimentaciones, tocar puertas, burlas y miradas raras de productores musicales, Die Antwoord fue forjando por sí mismo un estilo que, finalmente, en el año 2009, llamó la atención del mundo entero. Sus videos son artesanía y oro puro, pues son creaciones únicas donde toda la producción la hacen ellos mismos: la narrativa, el vestuario, los dibujos y el discurso contestatario.

Su música, que hoy en día podría ser catalogada como electro-rap-rave, contiene los colores y los escenarios típicos sudafricanos; además, que los idiomas típicos de la zona son plasmados en sus canciones (afrikaans, xhosa e inglés). Pero también osan burlarse de la superficialidad del occidente, con videos que no dudan en atacar la ignorancia y opulencia de famosos como Lady Gaga, Kanye West, y recientemente, hasta el director de Suicide Squad, David Ayer, fue blanco de sus críticas.

Para algunos despistados, Die Antwoord sigue siendo visto como un grupo raro, e incluso grotesco, que explota la sexualidad y el arte de una forma oscura y violenta, pero para quienes entienden el juego de su música, sus videos, sus personajes, sus temas, su estética y la manera en que presentan la realidad contemporánea, solo se disfruta. Esa es la respuesta. Y no por ello dejan de ser artistas serios que se involucran activamente en las problemáticas cotidianas.

Artistas de renombre internacional, como el fotógrafo Roger Ballen (Nueva York, 1950), es un ejemplo de aquellos que vieron en el arte de Die Antwoord un modo de expresión nunca antes visto y quien tomó la decisión de colaborar con ellos en 2012, cuando dirigió el video I Fink U Freeky en el que se muestra una dirección de arte en blanco y negro (característica típica en Ballen) que refleja un mundo con seres deformados, pobreza y belleza en lugares que muchos tacharían de “sucios”.

Lo que ha hecho Roger Ballen en toda su trayectoria de 50 años es mostrar la mirada del rechazado, divergente y aislado social, sin hacerlo con una intención despectiva, sino dotándoles del arte que el mundo les ha negado. Sus trabajos son oscuros, pero es ahí donde el discurso de Die Antwoord y Ballen convergen, pues ambos han encontrado la fascinación en lo extraño, y hacen de la obscuridad, en realidad, un juego de luces.

El próximo 22 de mayo del presente año, la banda sudafricana se apoderará del Pepsi Center en la Ciudad de México y hará vibrar a miles de fanáticos con sus mejores éxitos. Evento que promete ser, por demás, inolvidable y caótico.