The Revenant: del renacer de la odisea

The Revenant
Por Qornelio Reyna
Con los Óscar a la vuelta de la esquina es pertinente revisar a fondo las propuestas cinematográficas nominadas. Una buena manera de comenzar esa revisión es con la película que ha recibido 12 nominaciones a la estatuilla y que ha alzado las expectativas de la crítica y el público, The Revenant (Iñárritu, 2015).
Basado en el mito casi fundacional de Hugh Glass, prominente explorador que atacado por un oso fue abandonado a su suerte por sus compañeros, “El Negro” Iñárritu explota una historia de venganza shakesperiana, motivada por los lazos paternales de Glass, interpretado por Leonardo DiCaprio.
Ambiciosa como lo fue Birmand (Iñárritu, 2014), The Revenant triunfa por su exquisitez técnica a pesar de los caprichos durante la edición y la necedad de incluir escenas irrelevantes narrativamente (pero impresionases visualmente), entre otros puntos débiles en su guión y estructura hecha a contentillo de la industria. Y no es que eso esté mal, pues el catalizador de la historia es el simple ataque de una osa. Todo lo logrado a partir de ahí es tanto consecuente como grandioso.
Lo que aquí importa es la parafernalia de Iñarritu, Lubezki, DiCaprio, Hardy y el equipo técnico. Por un lado, una dirección muy perfeccionista, cuyo mayor acierto es apostar por una realidad cruda pero a la vez fantástica, llena de detalles poderosos que nos hacen perdernos y encontrarnos una y otra vez, como los acercamientos a Glass, quien logra empañar los lentes de la cámara o la muy sangrienta lucha de sobrevivencia contra animales, nativos y otros exploradores.
Los plano-secuencias a la orden del día, pero también escenas lentas y encuadres inconmensurables que recuerdan mucho al titánico Terrence Malick, con quien ya ha trabajado Lubezki, y quien al parecer es el gran campeón -si no es que responsable- de la película, pues la odisea espiritual se lustra por el trabajo del “chivo”, en postales friolentas de los paisajes de Alberta y La Patagonia o en secuencias más oníricas, íntimas y cercanas a las expresiones corporales de los actores.
DiCaprio, brutal, logra para su suerte una actuación de pocos diálogos pero de un desgaste físico digno de verse en pantalla IMAX, apoyado claro de los efectos visuales y el maquillaje, que no hacen valer menos su papel de mimo, de guerrero explorador que debe regresar a su estado más salvaje para cumplir su objetivo en un viaje espiritual y físico.
Tom Hardy, quien obtiene su primera nominación al Óscar por su papel del antagónico Jonh Fitzgerald, es a grandes rasgos, el elemento más importante en cierto momento de la película. Un gran actor haciendo el que es hasta ahora su mejor papel superando incluso a Mad Max: Fury Road (Miller, 2015). Su villanía e infamia desafían las reglas y ponen en circunstancias graves a todos. Tanto a Glass, como a su hijo o su equipo de exploradores.
Ambos personajes, al final, enfrentan su destino y encuentran la redención. Una dupla con harta química, como se puede ver en Inception (Nolan, 2010), puesta en combate actoral y ficticio. Si hubiera Óscar a mejor pareja en pantalla de seguro estos dos se llevarían los aplausos.
Muchas aristas versan sobre esta rivalidad: el origen de la nación norteamericana, punto para Iñárritu por hablar de los orígenes migrantes de un país que lo ha acogido; la relación con los nativos, la parte más espiritual de la película y que mucho les debe Glass; la ambición de Fiztgerald y la ideología capitalista en un mundo inhóspito; la lealtad tanto de Glass a su hijo y su familia, como del capitán interpretado por Domhall Gleeson, uno de los mejores de su generación, que aunque no está nominado, participó en películas que sí lo están como Ex Machina (Garland, 2015) y Star Wars VII (Abrams, 2015); y finalmente, el instinto más amaestrado del ser humano pero que lo puede convertir en un salvaje, la sobrevivencia.
The Revenant es una gran película que vale la pena ver a pesar de sus pequeñas fallas, porque hay que considerar, más allá del peligroso rodaje, que el cine se ha ganado un papel en el mundo contemporáneo. Tiene el poder de fundar mitos, revivirlos o construir odiseas comparables con las de antaño, tres cosas a las que el filme accede y que demuestran que tal vez esa ambición sea causa de su error pero también de su virtud.