Buenas noches mamá o el inconveniente terror de la inocencia

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Por Qornelio Reyna

Una casa en medio de un bosque, unos gemelos prepubertos  y muy unidos que dudan de la originalidad de su madre, quien a su vez acaba de recibir una operación estética que la ha dejado vendada y con un lastre emocional tremendo. La ruptura de la familia en un terror sobrenatural/psicológico nacido de la mano de la dupla Austriaca Severin Fiala y Veronika Franz. Describir o clasificar una película como Buenas noches mamá (2015) (Goodnight Mommy en inglés e Ich seh, Ich seh en su idioma original) es una tarea difícil, pero no imposible.

Sea por su inmersión a la supuesta inocencia de un par de niños -que más que eso es una cosmovisión que raya en lo fantástico-, sea los giros argumentales que van soltando de a poco y que dan al filme un ritmo nutrido que se renueva a sí mismo y explota durante  el último cuarto de hora o sea por  que a estas alturas todo eso resulta más genuino dentro del descompuesto cine de terror.

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Bien podría ser un thriller, torture porn o terror a secas y la verdad es que resulta ser las tres al mismo tiempo, lo que la pone muy en alto dentro del género, el cine europeo y en general, el cine contemporáneo.

Y es las tres porque conforma durante gran parte de la película un thriller que adentra al espectador al mundo irracional y desprotegido de los infantes que naturalmente te hace dudar de la autenticidad de la madre. Es una toture porn por la escópica y sutil visceralidad de lo que pareciera un ritual siniestro y un atentado inesperado de verdugos que creías incapaces, juguetones. Finalmente es terror porque su último gran giro le da todo el sentido, todo el valor y todo lo emocionante que puede tener la película.

Susanne Wuest stars as a mother who returns home to her twin boys after cosmetic surgery in "Goodnight Mommy."

Susanne Wuest stars as a mother who returns home to her twin boys after cosmetic surgery in “Goodnight Mommy.”

La dupla austriaca nos trae la forma más pura de candor, de hermandad y de maldad, sobre los hombros de un par de niños que crecieron muy juntos y además “enclaustrados” en un enorme bosque donde pueden jugar en cuevas, maizales y lagos, lo que nos muestra tiernamente lo aterrador que puede ser la extrañeza de una madre que antes cariñosa, se vuelve cruel, descuidada. El cambio es ante todo, la motivación principal de los pequeños.

La madre, por su lado, lastimada física y mentalmente, sobrelleva de mala manera un shock, al punto en que ella misma se desconoce y se ve obligada a ser fuerte, aunque tal vez demasiado dura, pero finalmente (y sobre todo en las escenas más impactantes), humana, frágil y temerosa.

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Este juego de espejos terroríficos, entre dos gemelos que deciden vestirse y peinarse iguales, la lastimera relación entre una madre y sus hijos y entre el espectador y el filme, constituyen un todo visualmente muy minimalista y metálico por la fotografía punzante de Martin Gschlacht y la dirección de los ya mencionados, que ofrece una suerte de homenaje, quizá, a su compatriota Michael Haneke y su también familiar Funny Games (1997).

A fin de cuentas, la película se desenvuelve en dos partes: la de la inocencia y la otredad y finaliza con la maldad, el engaño, el giro, el endemoniado resultado que parece más descabellado que en cualquier película del género donde exista el elemento infantil, porque también, la película encuentra mérito en sus actores: los gemelos Lukas y Elias Schawrz  (quienes conservan sus nombres de pila en la película), claro, sin olvidar a la madre interpretada por Sussane Wuest.

Una cinta imperdible, filmada expresamente en 35 mm. que recupera la vista en los sitios más recónditos de Europa y en el género y que tras una gira internacional exitosa, no se le puede más que augurar un futuro culto de parte de la comunidad cinéfila que guste no sólo de una historia aterradora, sino de una reflexión contundente en forma de película.