Doppelgänger, una filosofía de vida en Familiars de The Antlers
Por Eduardo Paredes Ocampo
@e_paredesoc
En la conciencia del siglo XIX se popularizó el tema del doppelgänger: el otro ante el espejo, nuestra faz disfrazada. Más que un movimiento poético, esta filia muestra el fracaso del individuo. Los fantasmas del ayer, el mal puesto gen de la venganza merman en una sociedad que se decía moderna. Su estigmatización muestra el ansia del hombre por quererse unidad, su eterna paranoia a la paranoia.
Desde su primer disco, Hospice (2009), The Antlers parece obsesionado con el decimonónico doble. En su más celebre canción “Bear” los neoyorquinos metafóricamente asignan los problemas de una relación a un oso que la pareja espera (“There’s a bear inside your stomach, a cub’s been kicking from within.”). Aparte del gemelo, en su sentido más literal, nuestro más cercano doppelgänger es el hijo. La confusión que el espejo presenta puede escucharse en el coro. Dos voces, una femenina y una masculina (quizá los padres del depredador), cantan, cada vez con más potencia, una paradoja: “We’re too old/ we’re not old at all”. La turbulencia se finiquita a guitarrazos.
Las canciones de Familiars (junio 17, 2014) parecen guiadas por el mismo motivo: nada casual resulta el bautizo del segundo track como “Doppelganger”. Si uno de los centros narrativos del último disco de The Antlers versa acerca de una profunda catástrofe psíquica, ¿cómo reseñas, entre ellas la de Pitchfork, llegan a definirlos como “this increasingly Zen indie-rock trio”? En fondo como en forma, en letra como en música, Familiar pinta a los hombres como contradictorios.
Frente a su multimelódico Burst Apart (2011) y el golpeado riff de “Every Night My Teeth Are Falling Out”, la última producción de The Antlers sorprende por su tranquilidad rítmica. Al punteo de acordes de piano y guitarra, a una batería que más parece de jazz, sólo ocasionales exabruptos aparecen gracias a los instrumentos de viento y a las ya clásicas seis cuerdas (casi todos al final de las canciones). En su pasividad, “Zen” hasta aquí.
Un potente contrapunto lo establece la extraordinaria voz de Peter Silberman. Más cercanas al soul, las cuerdas vocales del compositor no sólo suben y bajan la escala con una pasión opuesta a la atmósfera musical, sino también, en “Doppelganger” y “Revisited”, por ejemplo, usando diferentes registros, llegan a fingir personajes. Caótico ensamble que sólo el genio de The Antlers le da armonía.
Además de un doble melódico, los líricos de Silberman contrastan con el relajado ambiente instrumental. Una entropía psíquica, una suerte de esquizofrenia fónica es narrada: la constante apelación a un “you” lo prueba. Letras como “And when my double scales the wall / I’ll know exactly where he’s landing and I’ll surprise him (“Intruders”) o “Lend me your eyes to evolve/ from that actor I fight in the dark/ where I’m two twins I can’ t tell apart” (“Director”), terminan por evidenciar al doppelgänger como el centro temático de Familiar.
Si bien la muerte o el suicidio concluían el pathos del doble en la literatura del siglo XIX, The Antlers reinterpreta positivamente el motivo. Utilizando la metáfora de la casa como cuerpo, “Refuge”, la última canción del disco, asimila como natural la posibilidad de vivir escindido: “Man, you’re already home and you don’t even know it.” Sólo es cuestión de “Surrender”: “We have to make our history less comanding”. A proposición muta su quietud “zen” y el doppelgänger, el caos, deviene filosofía de vida.