El odio como una nueva forma de devoción: el caso de “Tenemos que hablar de Kevin”

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Por Nikte Shiordia Coronado

Bien, he decidido escribir sobre esta película porque hace poco menos de una semana acabé de leer el libro y si no digo esto, reviento. Bueno, no tanto así, pero quiero hablar de esto ahora porque es ahorita cuando tengo la idea más o menos fresca y si la pospongo, luego no rifo.

Le película de la cual hablaremos hoy es Tenemos que hablar de Kevin, una película dirigida por Lynne Ramsay y que se estrenó aquí en México en 2012 y que, básicamente, trata sobre lo siguiente: Kevin es un muchacho de casi dieciséis años que un día, de buenas a primeras, comete un asesinato múltiple: mata a 10 de sus compañeros de escuela, a una profesora, a un conserje, a su padre y a su hermana menor. Debido a esto, se le condena a siete años de prisión y Eva, su madre, se queda sola. Eva, desde su nueva (y bastante rascuacha) casa le escribe cartas a su fallecido esposo Franklin hablándole sobre el comportamiento que siempre tuvo Kevin desde muy pequeño: berreaba en vez de llorar, hacía sufrir a las niñeras y a sus compañeros de escuela, le hacía maldades a su hermana, mostraba siempre antipatía por todo, etc. Por medio de estas cartas el espectador (o lector) puede ver que Eva tiene cierto remordimiento, pues piensa que parte de la culpa pudo haber sido suya, ya que él y su hijo siempre mantuvieron una muy difícil relación.

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La película, si bien sigue casi fielmente al libro, pierde esencia, pues a la hora de verla, pareciera que se trata de una película sobre el típico niño que parece poseído y que es la encarnación del mal en todo su esplendor. No estoy diciendo que no me guste, la película en sí me parece buena: a diferencia de muchas, no abusa de las escenas sangrientas y deja las cosas escabrosas a la imaginación de cada quién, y, aunque esa escena de la entomatada que sale justo al principio de la película no aparece en ningún momento en el libro, creo que le da mayor dramatismo, pues el jitomate en realidad es una representación de la sangre. Muy creativos los efectos, creo yo, porque logran provocar “algo” en el espectador.

Sin embargo, como en casi todos los casos, el libro es más enriquecedor, pues llena las lagunas que la película llega a tener, y aclara cosas que a veces en la película se quedan a medias. Como el problema del cual pienso hablar en esta entrada.

El título, como ya habrán leído, es “El odio como una nueva forma de devoción”. Para los que no comprendan de qué estoy hablando, les aclaro: como supongo muchos sabrán, la relación entre Eva y Kevin es tensa desde que el chico es un bebé, y pareciera que lo único para lo que cada uno de ellos vive es para hacerle la vida difícil al otro. Para empezar, desde que Eva está embarazada, guarda cierto resentimiento contra el bebé, pues Franklin, su esposo, no la deja disfrutar de ningún placer, por muy mínimo que sea, y cuando el bebé nace, Eva se ve obligada a dejar de trabajar para dedicarse de lleno a Kevin, quien la rechaza en todos los aspectos: no quiere beber de su leche, berrea cada vez que se queda a solas con ella y, a cual más, la hace quedar en ridículo delante de Franklin.

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Esta situación hace que Eva le tenga antipatía, una antipatía que es perfectamente correspondida. Y sin embargo, hay algo innegable en esta antipatía: es este rechazo que sienten el uno por el otro lo que los vuelve muy unidos.

¿Por qué digo esto? Para empezar, es Eva quien conoce bien a Kevin, y quien sabe de lo que su hijo es capaz. Claro que, cuando se entera del asesinato múltiple, no se pone a pensar que la culpa podría ser de su hijo, porque a pesar de todo es madre y no se atreve a pensar lo peor. Pero ella sabe que fue Kevin quien le quemó el ojo a Celia, y sabe que fue él quien atoró a la mascota de Celia en el fregadero, y, en fin, sabe que muchas de las maldades en las cuales se ha visto involucrado han sido obra suya, a diferencia de Franklin, quien se empeña en creer que su hijo es solamente una víctima.

Es Eva quien ha tenido una mayor intimidad con su hijo, pues buena parte de las veces se guardan secretos entre ellos. Un ejemplo de esto se da cuando Kevin tiene seis años y Eva lo tira en un arranque de ira, rompiéndole el brazo; Kevin, contrario a lo que pareciera, no delata a su madre, y hasta parece contento de que por fin ella le haya hecho algo. Otro caso se da cuando Eva infecta su computadora cuando toma uno de los virus que Kevin guarda en CD-Rooms, en su cuarto; ella no lo delata, y hasta parece haber cierta camaradería cuando le devuelve su disco. E incluso, cuando lo ha pescado masturbándose en el baño, se ve que Kevin lo hace únicamente para que su madre lo vea; es una manifestación de intimidad un tanto perturbadora, pero manifestación al fin y al cabo.

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Por otra parte, Kevin parece sentirse a gusto sólo con su madre, aún cuando no la quiera en sentido estricto. Cuando Franklin y Eva hablan sobre divorcio, Kevin comienza a sentirse como deprimido, pues la simple idea de quedarse a vivir con su consentidor y condescendiente padre no le agrada en lo más mínimo. Ya en la cárcel, en una parte del libro, le hacen una entrevista sobre qué relación llevaba con su padre y él se limita a responder que “ese señor era un idiota, porque quería a un chico que no exisitía”; en cambio, cuando le hacen la misma pregunta sobre su madre, él contesta de manera más apasionada: “A ella déjenla en paz”. En esa misma parte del libro (que por cierto no aparece en el film, erróneamente) se describe el escenario del cuarto de Kevin en el cual puede verse que hay una foto de Eva en la cabecera de su cama. Lo cual prueba que, aún cuando Eva nunca lo quiso, él siempre la prefirió por encima de Franklin.

Ya al final, en la última visita que Eva le hace a Kevin en la cárcel, Kevin le manifiesta a Eva su agradecimiento por todas sus visitas y, justo al final, se ve cómo ambos se abrazan, y es éste un abrazo sincero, tanto por parte de Eva como por parte de Kevin.

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Entonces, ¿qué se concluye? Que aún cuando nunca se demostraron verdadero afecto, nunca hubo hipocresías entre ellos, y eso de algún modo pudo haber causado que su relación fuera de algún modo más auténtica, más íntima, y tal vez por este carácter sincero por parte de ambos, Kevin terminó por tenerle cierto respeto, pues Eva no pretendía fingir tener un hijo que no existía, tal y como lo hacía Franklin; no, ella siempre supo quién era su hijo, y aún así intentó quererlo (sin mucho resultado al principio, pero con ciertos avances al final).

En el libro, Eva termina su última carta diciendo: “no sé si por cobardía o por pereza, pero amo a mi hijo, y tengo preparada una habitación para él, para cuando salga de la cárcel. No sé si querrá venir, pero acá lo estaré esperando”. El final es abierto, y nunca sabremos si habrá reconciliación o no. Lo que sí nos queda claro es que ya de nada vale que se odien, y muy probablemente jamás lo hicieron. Tal vez ese era el modo que tenían de quererse, ¿cómo saber?

No quiero hablar sobre un “Complejo de Edipo” porque, bien a bien, no creo en esas cosas, en primera, porque Edipo es un personaje trágico anterior a nuestra era, y no se concebía el psicoanálisis en aquél entonces, y me parece una memez que quieran llevar a personajes dramáticos a un diván. Lo que sí puedo decir es que esta historia, más que una historia de asesinatos, o de niños malos, es una historia sobre la conflictiva y tensa relación de una madre con su hijo. Y sin embargo, dentro de esta tensión creo que hay una suerte de devoción por parte de ambos, incluso más por parte de Kevin que de Eva. Esto, lamentablemente, no se ve en la película, o si se ve, se ve de manera poco clara (de hecho, el desenlace llega a ser confuso para un persona que no leyó el libro antes), aunque yo me atrevería a decir que esta historia ocupa un primer plano dentro de la toda la trama.

No puedo más que decir que lean el libro. ¿Por qué?, porque creo que vale la pena entrar en la cabeza de los personajes, saber exactamente lo que están pensando para, de esa manera, poder entenderlos. Esa es una oportunidad que el cine pocas veces ofrece y pues ¿qué más puedo agregar? Creo que ya lo dije todo, espero que con todo lo anterior se animen, ¿vale? ¡Hasta la próxima!