“Moda con sudor y hambre”

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Por Efigenia Mendiola

A través de los años, la música ha marcado tendencias en la industria de la moda, desde Madonna quien introdujo la tendencia de usar ropa interior decorada con pedrería hasta los estoperoles en la ropa excéntrica de Lady Gaga. Cuando era adolescente quería tener un traje rojo de látex igual al de Britney Spears. Lo más similar a ese traje que pude obtener fue uno que hice con bolsas del supermercado. Posteriormente, la música Indie fue lo mío y comencé a usar la ropa de mi abuelita porque Zara, por favor, es demasiado mainstream. Asimismo fue creciendo mi gusto por la moda, y por ende, mi adicción a las compras.

Últimamente he comprado muchas cosas que no necesito pero que me hacen sentir fantástica. Quizá se pregunten qué impulsa mi deseo por comprar cosas como una desquiciada y la verdad es que TODO impulsa mi deseo. Si pasé al siguiente nivel de Candy Crush Saga, me premio con una pulsera; si aprobé una difícil materia con seis, me premio con un pantalón y cuando estoy triste no hay nada que unos zapatos nuevos no puedan arreglar porque así salgan de mi closet mil veces, los zapatos me seguirán amando y siempre estarán a mis pies.

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Toda cosa insignificante hecha por las corporaciones capitalistas para consumidores idiotas como yo, la tengo en mi closet. Las rebajas del “Buen Fin” serán la razón por la cual yo termine pobre en algún parque, alimentando a las palomas y la explotación laboral en las  maquiladoras continúe. Seguido hay ofertas en los pantalones de mezclilla: compra uno y compra el segundo a la mitad de precio. Últimamente los pantalones de mezclilla para mujer tienen “bolsos falsos” en frente porque los “verdaderos bolsos” deforman la figura femenina. Es tedioso no tener bolsos en los jeans y verse obligada a meter el celular entre la axila y el tirante del sostén (en el caso de no llevar bolso). No obstante, yo sigo comprando esos pantalones porque me engaño a mí misma pensando que Oh Pomp! me levantará noventa grados mis glúteos.

Cada vez que llego a la caja de una tienda departamental llevo cuatro jeans con bolsos falsos, una blusa hecha en Taiwán que igual pude haber comprado en algún Tianguis y para terminar mis compras banales, le digo a la cajera: “Sabe qué señorita, siempre sí quiero las otras dos blusas fabricadas en Indonesia en donde cuesta veinte pesos hacerlas y aquí me las venden en quinientos pesos. Ah, claro, y también quiero el bolso de piel de aquél animal sacrificado.” Literalmente es como si yo estuviese en un reality que se llama “Cuántas decisiones estúpidas puedes hacer en veinte segundos.” No es que tenga mucho dinero; la verdad es que padezco de fuertes traumas psicológicos y pienso que cosas nuevas y bonitas lo pueden arreglar. Además, tengo una pésima personalidad pero eso no es algo que un par de aretes nuevos no puedan arreglar.

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La mayoría de los productos que consumimos están hechos en China, Taiwán y Pakistán entre otros países subdesarrollados, por mano de obra barata. Estas maquiladoras de explotación aíslan a los trabajadores del mundo exterior, trabajan más de doce horas diarias y les pagan un  sueldo miserable que no les permite ahorrar para mejorar su calidad de vida. Muchas veces los trabajadores son abusados de manera psicológica y física.

Ahora bien, la mayoría de los trabajadores de estas maquiladoras de explotación, son de provincia y llegan a la ciudad a trabajar por un  sueldo miserable porque en provincia no tienen los medios suficientes para sobrevivir. Por un lado son explotados diariamente pero por otro lado es su única fuente de ingresos. Si las maquiladoras dejan de existir, ¿de qué trabajarán éstas personas? Por eso cada vez que compren algo piensen que unas manos maltratadas elaboraron su compra; que esa persona tiene familia y tiene sueños de progresar algún día. Si vamos a comprar en tiendas departamentales procuremos de hacer y pensar en algo para mejorar las condiciones laborales de estas personas. ¿Cómo? Dos y millones más de cerebros piensan mejor que uno. Todos somos el futuro de este planeta. No sean inconscientes como yo, no compren sin pensar más allá de la situación. La música y la sociedad marcan tendencias que nosotros como consumidores esperan que adoptemos como parte de nuestra individualidad. No por ser fanático de la música popular tu vestimenta va a ser exclusivamente de línea o si escuchas música Indie vas a asaltar el guardarropa de tu abuela. Nosotros definimos a la moda y no ella a nosotros. Todo es cuestión de actitud