Barbarie y lenguaje: No comment de Ivan Brun

Por Juan F. Hernández Herrerías
Aunque esté asentado en las Escrituras que la Industria Cultural acabará por arrebatar y devolvernos cualquier objeto artístico como una baratija cuyo único sentido es ser vehículo para la acumulación de capital, se vale apreciar los breves momentos en que ese objeto logra mantener en sí todavía esa actualidad subversiva, ese ligero orden disruptivo.
De Ivan Brun no hay demasiada información en la red. Francés, graduado con honores de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lyon. Forma parte del colectivo Organic Comix, y durante unos años participa en el grupo de hardcore Coche Bomba. Es como escritor e ilustrador de cómic que ha hecho, al parecer, sus trabajos más importantes.
No comment es un libro perturbador, efecto que es difícil lograr en una época en que la violencia es un espectáculo acostumbrado. Hay una tensión entre la inocencia del trazo, las figuras humanas con rasgos infantiles o suaves, y el contenido de crueldad e indignidad de las historias. Pero me parece que el elemento que hace a Ivan Brun una lectura tan interesante es el lenguaje que usan los personajes.

En vez de estar formado por palabras, el lenguaje consiste en íconos no muy distintos a los que nos señalan la puerta del baño o la prohibición de no fumar. El hecho de que no haya palabras expresa la completa inhumanidad de la situación social que el comic denuncia. Hay un acto de dignidad en hablar. Al que se le niega la palabra se convierte en víctima. Es un tópico contemporáneo: “los que no tienen voz”, etc. En Ivan Brun nadie tiene voz, todos son víctimas y verdugos. ¿Qué mejor manera de reflejar el completo desinterés hacia el otro, que instalando entre los individuos un lenguaje de centro comercial, un idioma que funciona sólo para las relaciones de compra-venta que son, en realidad, las únicas relaciones nucleares de nuestro tiempo?
Las historias salvajes de Brun, descritas mediante ese lenguaje cosificado, son un objeto artístico impresionante, un testimonio de la época de barbarie que, más que avisarse, parece ya envolvernos.

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Barbarie y lenguaje: No comment de Ivan Brun
Por Juan F. Hernández Herrerías
Aunque esté asentado en las Escrituras que la Industria Cultural acabará por arrebatar y devolvernos cualquier objeto artístico como una baratija cuyo único sentido es ser vehículo para la acumulación de capital, se vale apreciar los breves momentos en que ese objeto logra mantener en sí todavía esa actualidad subversiva, ese ligero orden disruptivo.
De Ivan Brun no hay demasiada información en la red. Francés, graduado con honores de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lyon. Forma parte del colectivo Organic Comix, y durante unos años participa en el grupo de hardcore Coche Bomba. Es como escritor e ilustrador de cómic que ha hecho, al parecer, sus trabajos más importantes.
No comment es un libro perturbador, efecto que es difícil lograr en una época en que la violencia es un espectáculo acostumbrado. Hay una tensión entre la inocencia del trazo, las figuras humanas con rasgos infantiles o suaves, y el contenido de crueldad e indignidad de las historias. Pero me parece que el elemento que hace a Ivan Brun una lectura tan interesante es el lenguaje que usan los personajes.
En vez de estar formado por palabras, el lenguaje consiste en íconos no muy distintos a los que nos señalan la puerta del baño o la prohibición de no fumar. El hecho de que no haya palabras expresa la completa inhumanidad de la situación social que el comic denuncia. Hay un acto de dignidad en hablar. Al que se le niega la palabra se convierte en víctima. Es un tópico contemporáneo: “los que no tienen voz”, etc. En Ivan Brun nadie tiene voz, todos son víctimas y verdugos. ¿Qué mejor manera de reflejar el completo desinterés hacia el otro, que instalando entre los individuos un lenguaje de centro comercial, un idioma que funciona sólo para las relaciones de compra-venta que son, en realidad, las únicas relaciones nucleares de nuestro tiempo?
Las historias salvajes de Brun, descritas mediante ese lenguaje cosificado, son un objeto artístico impresionante, un testimonio de la época de barbarie que, más que avisarse, parece ya envolvernos.
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