Traslado constante más allá de la muerte
Por Mario Mendicuti Abarca
Un arqueólogo, un sabio del Medio Oriente, un geólogo mutante; una estatua, una silla, una barba; ruecas, ruedas y madejas. Lo que podemos considerar animado o inanimado, en el mundo de Remedios Varo, cobra vida, se mueve. Aquél busca curioso una revelación y éste, enamorado, se abrasa.
Sin importar que sea mármol o un fósil, esta artista mexicana nacida en España nos traslada a distintos mundos en los que la lógica racional cede su lugar a las dinámicas del poder espiritual. El cambio y la transformación son siempre posibles, ya sea para encontrar lo bello en ese mundo o para hacerse de un nuevo cuerpo mecanizado.
La danza de los espectros fue una de las últimas exposiciones en las que se presentaba el trabajo de Varo en México —junto al de Alice Rahon, Leonora Carrington, Wolfgang Paalen y José y Kati Horna—. El título parece especialmente acertado para la pintora catalana, cuyos personajes se trasladan acompasadamente a través del mundo, aunque sin salir de un mismo cuarto. En un eterno intercambio de energía, algunos pierden vida para donarla a otros.
Asimismo, en Remedios Varo. La dimensión del pensamiento, se expusieron los libros más representativos de lo que se sabe que era la biblioteca de Remedios, resguardados en el archivo de Alexandra y Walter Gruen. Los vasos comunicantes entre texto y pintura revelaban las ideas y conceptos que se sublimaban en las obras de la artista a manera de óleos y de dibujos a lápiz sobre papel mantequilla, en los que un tras otro resucitaban sus miedos, obsesiones y deseos.
Forman parte también del archivo mencionado los cuadernos de anotaciones de esta mujer a quien Rosario Castellanos llamara una hechicera. En ellos encontramos cartas, instrucciones, descripciones, ejercicios y sueños. Entre estos últimos, uno de los que escribió antes de morir —un 8 de octubre de 1963, hace ya 52 años— llevó a su entonces viudo a preguntarse si había acaso sido una premonición de su muerte, conjetura nada extraña si se piensa que incluso André Breton la consideraba una hechicera. Traspasar la puerta de piedra entre una y otra existencia nunca fue para ella algo imposible.
Como ya se mencionó, son apenas dos años más del medio siglo desde que Remedios Varo dejó este mundo. Sin embargo, su obra y su personalidad han permeado en distintos trabajos como los de Octavio Paz, Carlos Pellicer y Leonora Carrington. Si bien en México, donde reside la mayor parte de sus pinturas, es conocida, en otros países espera aún por ser descubierta.
A 52 años de su partida, el reconocer sus distintas facetas como artista es todavía una ardua tarea. El Museo de Arte Moderno resguarda su obra, la cual, en muchas ocasiones, se encuentra en distintas exposiciones temporales que contextualizan, relacionan y profundizan el trabajo de Remedios con el surrealismo, el esoterismo, la literatura y el arte en general. Sin importar si el material es óleo, cera o lápiz, los textos y pinturas de Varo son siempre un conjuro que desea ser recitado y puesto de nuevo en movimiento.