Voraz: una obra que rompe los tabúes
Por Qornelio Reyna
Mucho se ha dicho sobre Voraz (2016), película dirigida por la francesa Julia Ducournau, tanto en la prensa como en las redes sociales. El caso registrado en Canadá donde un par de personas sufrieron desmayos durante una proyección dio la vuelta al cibermundo y generó muy altas expectativas dentro de las audiencias asiduas al cine de terror y el gore.
Fue vista por primera vez en nuestro país en octubre del año pasado, dentro del marco del Festival Internacional de Cine de Morelia y recientemente ocurrió lo propio en la Ciudad de México como parte de la #62Muestra de la Cineteca Nacional, sin embargo, ahora toca turno al circuito comercial a nivel nacional, donde el público mexicano podrá saber si en verdad la cinta es para tanto. Déjenos decirle de una buena vez, que la respuesta es un confuso sí y no.
En ella, una adolescente de familia vegetariana entra a la escuela de veterinaria como parte de la tradición familiar (su hermana y sus padres estudiaron en el mismo lugar), para después toparse con un rito de iniciación que la orilla a probar la carne animal por primera vez, lo que desata su naturaleza caníbal.
Es un sí porque la crudeza visual de Ducournau es muy intensa, pero un no porque resalta en los aspectos menos canibalescos. Un sí porque su historia trata temas demasiado humanos vistos desde una perspectiva rarificada y onírica que nos hace ver nuestra vida cotidiana como un rito salvaje, pero un no porque el asunto del terror, el gore y el canibalismo funcionan más como metáforas y analogías a las verdaderas inquietudes de la cinta que a su género.
En su haber, el mejor cine de terror es aquel que no se va por la opción fácil de la sobrenaturalidad o la exageración de sus historias, sino aquel que presenta una verdadera problemática social o humana revestida de recursos estéticos que a la distancia permiten una lectura más amplia. Voraz, Raw o Grave, como guste llamarle, es una cinta de esta naturaleza.
El canibalismo nos habla de la parte animal del ser humano, de un estado domesticado de la conciencia y de un problema ético que nos pone a pensar en la delgada línea entre el ser carnívoro y el ser caníbal. Este tabú es quizá el más sobresaliente pero no el único.
Por otro lado, Ducournau nos habla de las prácticas estéticas y otros problemas del género femenino, mostrando momentos íntimos que continúan siendo tabú. Nos muestra asuntos prohibidos, imágenes escatológicas, carnívoras, sangrientas, pero también realistas y cotidianas.
Nos enrarece nuestra propia realidad para escupírnosla e incomodarnos por sentir vergüenza de ello. Es una obra que sobre las incomodidades del crecer, de cómo uno se enfrenta al mundo, a la familia, la tradición, la aceptación social, la sexualidad y el autoconocimiento siendo mujer.
Agrandes rasgos, a la joven directora parece interesarle romper moldes, no cinematográficos, sino sociales. No es una película extremadamente fuerte, aunque sí con momentos intensos para estómagos sensibles.
El truco publicitario, el hype mediático, le ha arrastrado una reputación que ella misma termina rompiendo y en ese sentido es una película que transgrede incluso las condiciones que ella misma ha ocasionado.