Baila hasta que Venus te convierta en cenizas

 

Por Cielo Esmeralda De la Cruz Colmenares

Ven Josúe, siéntate a mi lado. Escucha con mucha atención lo que estoy a punto de relatarte. ¿Tú sabes por qué a la chimenea se le nombra de esa manera?, ¿no lo sabes? Bueno, no importa aún eres muy joven para saberlo.

            Hace muchos años, en una ciudad muy lejana, o sea hace como 10 años cerca de Tepito, vivía un niño bien portado cuyo nombre era “El Brayan”. Bueno no se llamaba así, pero sus amigos insistían en denominarlo de esa forma. Él era un niño muy atento con su madre, todos los días su adorada progenitora lo levantaba dulcemente derramando sobre de él una cubeta de agua fría a lo cual este respondía con la voz más melodiosa que podía producir.

– Chingada madre, ¿tienes que levantarme de esa manera?

            No cabía lugar a dudas de que aquellos se profesaban el más tierno y puro amor que puede existir en el mundo; el que un respetuoso hijo le tiene a su cariñosa y abnegada madre. Pues bien, luego de esas afectuosas muestras de cariño él, como obediente hijo que era, se dedicaba a ayudar con los labores del hogar.

– Con que levante los pies cuando estés barriendo debajo del sillón basta ¿o no? Si quieres que alguien vaya por las tortillas manda a mi hermana que para eso es vieja.

            Como era tan buen mozo muchas hermosas damas estaban dispuestas a ofrecerle su corazón, no obstante él solo tenía ojos para una, era una hermosa jovencita de cabello largo color de la noche llamada Rosa. Ellos dos se tenían un casto amor lleno de respeto y confianza.

– Ya vi que te fuste con tu novio a la hora de la salida.

– Ajá ¿y? A ti qué te importa. Yo hago lo que se me da la gana.

– Bueno, entonces yo también me voy con mis amigas.

– Sí claro, brincos dieras por tener una.

– ¿Qué te pasa? A mí las perras me ruegan.

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Imagen: highfivebrah.tumblr.com

Cierto día la pareja más hermosa de la comarca se encontraba junto al fuego, acurrucados trataban de pasar el frío frente a la chimenea. Claro que en esa época no se llamaba así, tenía otro nombre que no recuerdo. Pues bien de repente se vislumbró una idea en la cabeza de los tortolos; bailar en los pies de las cenizas para avivar la llama de sus corazones con el calor que subiese de sus pies. Entonces ambos comenzaron a moverse suavemente al compás de la música.

-¡Perrea mami, perrea! ¡Perrea mami, perrea!

Sus blancos pies comenzaron a levantar la ceniza y esta, de la felicidad que tenía por ser la primera vez que volaba, se encendió. Las llamas ardían con la misma intensidad y pasión que sus corazones y, a la par que sus cuerpos se unían al fuego, ellos bailaban con un mayor frenesí.

            Venus que desde lo alto del Olimpo los miraba con atención se apiado de los amantes y los convirtió en humo. Desde ese momento cada vez que alguien enciende unos maderos ellos bailan y suben al cielo por el pequeño conducto al cual le denominamos chimenea, que viene del latín y significa el camino del Humo.

-¿Y por qué no se llama el camino de “El Brayan”?

Porque no suena poético. Ahora mi niño vete a la cama y si te portas bien mañana te contaré el origen del centauro.

¡Eh! Ya se durmió, te dije que con un cuento cae. Ahora saca las chelas.