El enigma de Kaspar Hauser: la lectura y la incertidumbre

El enigma de Kaspar Hauser3

Por Juan F. Hernández Herrerías

Hay una escena en el film El enigma de Kaspar Hauser de Werner Herzog (1974), en la que podría hallarse una lección, una moral para un cierto tipo de lector. La película del legendario director trata sobre la vida de Kaspar: un hombre misterioso que a principios del siglo XIX fue encerrado desde pequeño en el sótano de una torre. No sabe hablar, no sabe leer, mucho menos escribir. No sabe qué es el mundo sino la oscuridad de su celda. Ya siendo un adulto, su captor decide liberarlo por razones que no se nos revelan. Le da una carta para mostrar y lo deja durante la madrugada en la plaza de un pueblo alemán.

Kaspar pasa por varias desventuras -la cárcel, el circo, etc.,- hasta que es acogido por un burgués educado que se propone a educarlo y a descubrirle la civilización. Kaspar Hauser aprende a leer, a escribir -se decide a redactar una autobiografía-, escucha música, recibe lecciones de ciencia, de filosofía. Aún en esa apacible existencia, el mundo no deja de parecerle un lugar terrible, hostil (“las personas son lobos para mí”).

La escena a la que me refiero es la siguiente: unos clérigos han visitado a Kaspar y beben té con él. Le preguntan si, en la oscuridad de su celda, percibió a Dios. Después de una breve discusión en que difiere con los clérigos, se le pide “no investigar las cosas de la fe, sino creer”. Kaspar Hauser responde, con toda la dificultad que su pobre manejo del lenguaje le impone, “lo que debo hacer, es aprender a leer y escribir… mejor”.

El enigma de Kaspar Hauser2

Ante ese lugar incierto que apenas empieza a conocer -el mundo- Kaspar prefiere mantener una actitud investigativa, no aceptar ningún dogma, ninguna verdad revelada, seguir leyendo ante todo. Creo que ahí hay una lección moral para el lector, que sin embargo no está exenta de paradojas.

Escribe Ricardo Piglia en su ensayo sobre Ernesto Guevara (en El último lector): “La indecisión del intelectual es siempre la incertidumbre de la interpretación, de las múltiples posibilidades de la lectura. Hay una tensión entre el acto de leer y la acción política. Cierta oposición implícita entre lectura y decisión, entre lectura y vida práctica.”

El enigma de Kaspar Hauser

Para un cierto tipo de lector, siempre aguarda en el horizonte la promesa de un libro que cambiará la imagen del mundo, siempre está en la lejanía la posibilidad de “otra verdad”. Ante la crepitación de los enardecidos y el paso de las botas policiales, el lector duda, o da el salto a la decisión determinante.

Un lector icónico cercano a Hauser sería Theodor Adorno, quien dedicó su obra a la contemplación crítica del mundo, a la indagación de sus mecanismos, antes que a la participación inmediata en la agenda política de su “presente” (¿o esa contemplación fue su manera de participar?).  De igual manera, cuenta Piglia (en Crítica y ficción) que Juan Bautista Alberdi en el exilio era brillante, un pensador agudísimo, que cuando regresa a Argentina y participa en el gobierno toma decisiones equivocadas, el ritmo de la Real-politik le obliga a traicionar sus propios postulados.La torre de marfil como condición sine qua non del pensamiento “elevado”.

Podría pensarse, también, que hay una cierta forma de leer, una cierta forma de escribir, que es ya de suyo “transformadora”, “decisiva”; ejemplo de la cual sería el propio Marx.

Mucho puede escribirse sobre este tema; esta discusión seguirá llenando páginas y páginas, y esas páginas seguirán formando ese “pequeño mundo que el lector puede habitar”, un mundo para Kaspar Hauser.

juanfranciscohh@gmail.com