Los gigantes del ring
Por Sebastián Ojeda
@svz_90
El coloso de la Doctores abría sus puertas una vez más. Mientras las butacas se llenaban, los fuertes gritos de los vendedores hacían eco en el sagrado recinto: ¡CHARRITOSSSSS!, ¡CERVEZAAAA!, ¡TORTASSSS!.
Después de una breve espera las luces se apagaban, la excitación del público se manifestaba en forma de alaridos incomprensibles. La lucha libre se encuentra a punto de comenzar. El venerable está extasiado, esperan ver una colisión de magnitudes impresionantes… pero lo que arribó al ring fue decepcionante. Parecía una burla, la gente quería ver a dioses enmascarados, gigantes fornidos con el poder de destruir montañas con una mirada y de hundir reinos enteros con un susurro ¿Y qué fue lo que recibieron? A un grupo de enanitos que con trabajos y tropezones hacían presencia en el cuadrilátero, las rechiflas del apreciable no se hicieron esperar.
Ah, lucha libre, debo admitir que soy bien fan de la lucha libre. El pancracio (como también es conocido hoy en día) es un espectáculo fenomenal capaz de cautivar a todas las personas, después de todo ¿A quién no le gusta ver cómo se agarran a chingadazos un par de pendejos?
La lucha libre mexicana tal y como la conocemos hoy en día tiene sus orígenes en don Salvador Lutteroth, empresario que se enamoró de la lucha libre tras ver luchar al gladiador griego Gus Papas. Con mucho trabajo y esfuerzos, Don Salvador, hizo los arreglos necesarios para que el 21 de septiembre de 1933 se diera el primer enfrentamiento luchístico en la recién formada Arena México. En este primer espectáculo intervinieron luchadores como: Chino Achiu, el norteamericano Bobby Sampson, el irlandés Cyclone Mackey y el mexicano Yaqui Jo.
A partir de ese momento la lucha libre adquirió muchísima importancia y se convirtió en algo vital del folclor mexicano. La lucha mexicana tiene una enorme cantidad de variables, quizá una de las más interesantes es la lucha de mini-estrellas; personas de baja estatura que se enfundan en coloridas mallas listas para darse en la madre entre sí. Un espectáculo que causa risas, admiración y mentadas de madre entre el público.
La luchas de minis en México existen desde los años setentas, no obstante, Antonio Peña rescataría este concepto y lo llevaría a otro nivel. En la década de los noventas Peña creó dentro del CMLL una división especial para que las personas que sufrían enanismo pudieran subir al ring. Tan pronto como se anunció esta noticia las críticas no se hicieron esperar: aficionados, reporteros y algunos luchadores condenaron esta nueva forma de lucha, argumentando que era una degradación de la lucha libre, afortunadamente luchadores como Mascarita Sagrada, Octagoncito y Espectrito se ganaron el corazón de todos los amantes de la lucha libre.
Para 1993 Antonio Peña decidió abandonar el CMLL para crear su propia empresa de lucha libre: la AAA. Dentro de la AAA don Antonio Peña dio rienda suelta a sus más extraordinarias ideas, dentro de las cuales destacaban la creación de un campeonato de luchadores minis, campeonato que catapultó aún más la fama de estos gladiadores de corte pequeño.
A pesar de la creencia de muchos, los minis fueron todo un éxito y hasta hoy en día siguen luchando. A pesar de su baja estatura, su fortaleza, sus lances y su habilidad dejan impresionados a más de uno y si no me creen chéquense este video:
https://www.youtube.com/watch?v=rPuVbT-0wuM
Para saber más:
-Blanco, José Joaquín y José Woldenberg, México a fines de siglo. Tomo I. México: Fondo de Cultura Económica, 1993. 339 p.
-Elías, Norbert y Eric Dunning. Deporte y ocio en el proceso de la civilización. México: Fondo de Cultura Económic, 1992. 349 p.
-Mobius, Janina. Y detrás de la mascara…El pueblo: Lucha libre un espectáculo popular mexicano entre la tradición y la modernidad. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2007. 450 p.