¡Plagio psicodélico! (crónicas sangrientas del Festival Antes) [parte 1 de 2]
Por José M. Vacah
@JosMVacah
Un aroma mortal ascendía del suelo del laboratorio en vapores verdosos, tal vez era el vinagre recién añadido a los cadáveres que, reclinados en otros sofás blancos, esperaban un mejor trato. Mejor que el que yo he recibido, pensé, mientras la nariz me ardía por el concentrado químico que se desprendíado hollínentrado hollín .
Dónde chingados estoy, me pregunté varias veces, sólo alcanzaba a ver mi cuerpo reclinado sobre una piedra de sacrificio cómodamente acolchonada como una cama de hospital, no podía mover más que los ojos en su propia órbita. Sentía mi cuerpo como un fantasma, ajeno de mí en una proximidad incomprendida, escalofríos. Presentí las anotaciones que los aparatos a mi alrededor hacían de mis pulsaciones, eran muchas cajas digitales sonando intermitentemente, computadoras groseras, cada una con una forma pretendida; por el rabillo del ojo izquierdo pude ver una computadora en la que se instalaban varios tubos conectados a las agujas negras que me pinchaba los brazos, veía las agujas pero no sentía dolor, a pesar de que las venas atravesadas por las agujas manifestaban un color negro morado parecido al de la gangrena alrededor de la zona de la picadura. Está por demás decir que tenía la piel blanquísima, casi transparente, entonces el contraste de los colores putrefactos era mayor. Una tranquilidad profunda me albergaba, sabía que estaba muerto, esta certeza, muy a pesar mío, era la verdad que me mantenía en calma, porque no recordaba mi pasado y no me preocupaba conocer mi futuro, sólo estoy aquí, escribiendo una carta mental para aquellos que, en un futuro, encuentren estas visiones terribles. Después venía una duda que me punzaba, ¿para qué?.
Escuchaba los gritos de otra persona.
Traté de preguntarle por qué gritaba, pero una voz cavernosa astilló mis palabras mediante un grito robotizado, maquinal y perverso: ¡SIIIIII-LEEEEEEN-CIIIII-OOOOO HUU-MAAAA-NOOSS! Golpeó la mesa autoritariamente, la habitación quedó en silencio. Respiré, el vapor mortal seguía inundándome los pulmones, una fiebre comenzaba a hervirme dentro.
Toda la atmósfera de la estancia comenzó a mancharse de una cortina de humo blanco, de la misma forma en que el sueño entorpece nuestro estado de vigilia hasta el tránsito de una orilla a la otra. Si las sensaciones que experimentaba mi cuerpo, por ejemplo el dolor, no fueran tan vívidas, daría por hecho que estoy recostado en mi cuarto muy cansado, con la televisión encendida en una película que ya no quiero ver.
— ¡Estoy harto de tus gritos maldito engendro parido por mis fracasos, oh, si tan sólo hubiera acertado el algoritmo, tus glándulas de cerdo roquero no hubieran estropeado mis resultados!
—De qué carajos estás hablando pinche ruco violador, déjame libre, yo soy Rulo Pipa, integrante de Las Pipas de la Paz, tengo un concierto ¿entiendes?, tengo un maldito concierto en la noche, en el Festival Antes (de que nos olviden), ¡puta madre!, ¡no puedo faltar!, soy la estrella principal, soy el vocalista y guitarra, ¿qué no se me nota? Soy el más guapo de todos.
Podía escuchar las palabras pero no veía los rostros que las producían, era como entrar en el sueño de otras personas, escucharlo, quizá, todo esto era como estar en un tiempo que no me pertenecía, escuchando otras palabras que llegaban a mi oído como si no llegaran a mi oído. Era acaso el testigo dedicado a narrar un testimonio importante, pero ¿por qué yo?, ¿por qué aquí? Pero, en verdad ¿podré contarlo?, ni siquiera concibo la idea de escapar.
—Sé muy bien quién carajos eres. ¡Yo te inventé!
Benditos aquellos que pueden percibir un sonido y acostumbrarse a su forma, reconocerla, tantearla, definirla, escuchamos un grillo e, inmediatamente, imaginamos la forma de un grillo, lo construimos. Tal vez lo miramos. Una canción madura que penetra nuestras orejas y canta, adentro, como el mar silbando o como algo que nos acecha, una tonada, un recuerdo que es también una tonada, un vacío líquido que rebota en el tímpano con un eco portentoso, luego viene el nombre de Dios, una música callada, entonces, si todo esto que escucho es un estímulo venido fuera de mí, no construido por mí y mi locura o mi fiebre, maldito mi cuerpo que no puede responder a él. Maldigo la fuerza perturbada de mis miembros, la escasa vitalidad de mis órganos, estoy llorando, por fin estoy realizando un acto por mi propia cuenta, mis ojos están limpios, quiero ver.
—Hay otro Rulo Pipa tocando en este momento en el Festival. No eres el único Rulo Pipa. Tengo un ejército de Rulos Pipas formados en mi laboratorio, cada una de mis creaciones está hecha a imagen y semejanza de un gordito roquero simpatiquísimo, pero ese joven bonito y gordito no eres tú ni son ellos, mis creaciones que aguardan pacientemente mis órdenes. Sino un hombre que vivió en una época en la que yo era joven, en la que fui joven y violento, en la que tuve la visión de mi imperio y la inteligencia para crear un ejército de clones con los cuales conquistar a la juventud victoriosa de esta apestosa ciudad y luego la del mundo, ¿comprendes todo lo que te digo maldito cerdo mío? No, no lo entiendes, puesto que no tienes el cerebro para comprender, apenas eres un eslabón en el algoritmo de una idea, apenas un grano de arena en una mancha de una pared, un cero en la ecuación, una rayita que tacha una operación matemática, jajajajajajajaja, yo soy tú Dios y debes de obedecerme. Pero ya no me sirves más, así que mi última orden para ti será la de tu muerte. ¡Muere pues, creación mía!
Se escuchó un estruendo, luego vinieron varios gemidos, como la entrada de varios puercos al laboratorio. Caí, estrepitosamente. Mientras caía pude ver a ¿Rulo Pipa? cayendo conmigo, estaba oscuro pero podía sentir el otro cuerpo golpeando mi cuerpo en la caída…
¿Podrá Rulo Pipa escapar del científico maligno que lo tiene secuestrado?
¿Qué misterio se esconde en este laboratorio secreto?
¿Quién es el misterioso hombre que escribe esta carta?
Continuará
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