El Narcoporno es cultura (parte2 de 3)

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Fotografía: Ruben Negron http://reubennegron.com/

 

Por José M. Vacah

Cama redonda: atributo del porno clásico, vinculado principalmente a los modelos del erotismo político-mexicano, o eso dicen. Sábanas rosas: tal vez el buen gusto no se ha perdido del todo en este negocio, combinan con las almohadas. Las cortinas: permiten una suave luz que ilumina todo con un aire de frescura matutina, se escucha el gorjeo de un pajarito bucólico a lo lejos. Alfombra: no faltaba más. La habitación es amplia pero pequeña. Y lo más importante, la muchacha desnuda aparece en la puerta, la cámara se posa en sus ojos, húmedos, brillantes. Se dirige a la cama, camina lentamente. La lente enfoca sus nalgas exuberantes y sedosas, tiernísimas. De la pera del deseo al cuerpo entero, la cámara es un lento animal que babea su cuerpo, lo abrillanta. Sube a la cama como una gata impaciente, se recuesta, apoya su cabeza en su mano y se lleva el índice a la boca, lo chupa, lo muerde, lo desliza suavemente por sus labios mientras mira a la lente como si nos estuviera esperando a nosotros.

                Entra su hombre: ¿es el Chapo Guzmán?, aunque la cámara no se posa en su rostro, a una distancia prudente lo toma de cuerpo entero y evidencia su sexo enhiesto, impaciente. El mismo bigotillo y el cabello canoso peinado de lado, evidencian su identidad. Entonces sí es él.

Dice, en una actitud triunfal que reclama con versos la obediencia debida de la hembra: “Bestia soy pero bestia astuta:/ mi mordedura envenenada/ es más letal que la cicuta”. Fin del argumento, lo demás son sólo gemidos, pujidos y bramidos. El acto comienza sin preámbulos, el guerrero ataca, clava la espada en el cuerpo de la víctima, desde posiciones diversas, heroicas. Hasta el minuto 14 suena una campana, el ángelus, mientras de la flauta erecta se expulsa suave melodía, chorro de luz húmeda, que se impregna en el rostro de la joven sonriente. Fin de la película.

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Fotografía: Ruben Negron http://reubennegron.com/

                Hay algo de misterioso y de pinche en el video, le dije a Julio Astillero (periodista, mi contacto en La Jornada). Sí, me dijo, “así son las conjuras, todo esto no es más que el comienzo de una novela policiaca culera, de esas que se escriben en México”.

                Antes de irse, me dejó una usb donde está el video narcoporno y me dio un número telefónico, “vas  a necesitar protección”. ¿Protección de qué? quise preguntarle aunque ya conocía la respuesta, pero la garganta se me hizo nudo, toda esta investigación me está conduciendo a un terreno peligroso, yo que soy un simple reportero mediocre, ¿cuál es el verdadero motivo por el que continuo en esto? Me ofrecieron publicar mi reportaje en un periódico importante ¿Será este el motivo? ¿Volverme un periodista serio? ¿aunque tenga que empeñar mi propia vida? Es el precio que pagan los periodistas en un país tan violento. Ese día no pude dormir en toda la noche.

A la mañana siguiente, R. R. Castañeda, director de uno de las agencias informativas  (no corruptas) más importantes del país, me recibió en su oficina, sentado frente a él, estaba Julio Astillero, me ofreció asiento. “Tienes una bomba entre las manos chico, Julio me contó todo, y estás en un verdadero dilema: el gobierno no quiere que nada de esto salga  a la luz y están tras de ti”. La frase “están tras de ti” me heló la sangre, tuve que apretarme los huevos para no desmayarme. Continuó R. R. “no te asustes, si te hubieran querido matar desde un principio ya estarías muerto [¡qué bueno que no debo asustarme!], esto me hace pensar que hay algo oscuro detrás de todo [¿no me diga?], así que mejor no nos andemos con rodeos”. El Director, periodista consumado y con gran experiencia, me ofreció dejar la nota y dársela a otro reportero con más oficio, a cambio de una suma poco jugosa de dinero. Ni madres, me voy a jugar el pellejo, esta es mi oportunidad.  Abandoné la oficina entre el miedo y la furia.

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Fotografía: Ruben Negron http://reubennegron.com/

Mientras caminaba como autómata por la calle, mi mente era una máquina deductiva. Tengo la responsabilidad de llegar hasta el fondo del asunto, o al menos, acercarme lo más posible. Tengo en mis manos “el  artículo principal” de Proceso. Llegué a mi casa e hice un par de llamadas a diversas oficinas porno, preguntando si conocían a una actriz cuya descripción coincidía con la chica que aparece en el video. Dos actores y un director la conocían. Poco a poco he podido conciliar el sueño, el miedo se disipa. Mañana me entrevistaré con los porno-estrellas.

Me despertó el timbre de mi celular. Número desconocido, contesté con el miedo clavado en los esfínteres:

                Hotel Roma. 14: 30. Habitación 13. Solo. Soy tu protección.

                Fue escueto, su voz rasposa me recordó el tono del misterio en el que estaba, así es la voz que augura la tragedia.  Allí estaré, colgué el teléfono. Tengo los nervios hechos trizas, Julio Astillero me mandó protección, pero la palabra protección es un vocablo vago, en todo caso la muerte también es una forma de protección. Comencé a escribir un diario, espero que, de cualquier modo en el que termine todo esto, mi investigación no se haya realizado en vano. Todas las noches escribo con premura, sé que mi estilo es malo, pero sólo quiero dejar constancias de mis avances. Si muero, espero que estas notas lleguen a publicarse aunque sea en una revista pinchurrienta. En México no hay justicia, los misterios sólo generan más misterios, y todo enigma que tenga que ver con política sólo tiene dos resultados: uno malo y otro peor. Todo depende de los intereses que haya detrás, o de los personajes. Todo personaje político poderoso es poseedor de una red oscura de perversión y  drama. El Narcoporno es esa parte de perversión en mi historia, ¿y el drama?, toda respuesta que se me ocurre provoca incontinencia urinaria.

                Me dirijo al hotel…

Continuará…