Humano, la película de un hombre orquesta

AFICHE OFICIAL (ESPAÑOL)

Por Alberto Escalante Rodríguez

La historia de Humano es digna de contarse por lo que envuelve a toda esta producción encabezada por su propio “hombre orquesta”, Alan Stivelman.  Al final del  espectáculo tanto visual como conceptual que nos presenta, nos queda la sensación de que la idea de Stivelman sobrepasa a su propia realización; es decir, su propia experimentación de cámara en mano.

La naturaleza de Humano resulta hasta cierto punto accidentada desde su concepción, pues tiene el temple de algo que le fue pasando a Stivelman (como el mismo nos lo hace ver después), quedándose entre lo documental y lo anecdótico. Aun cuando las premisas se antojan sugerentes, cabe decir que el desarrollo de un argumento no es la principal fortaleza del dilme, quizá porque de inicio no hay madeja que desprender, tan sólo tres elementos danzantes: el ver, el sentir, el preguntar, todos moviéndose al ritmo del creer.

Humano se queda en sus premisas, esta es la verdadera fuerza de lo que nos presenta su creador, es decir, la posibilidad de armar una y otra vez la imagen con base en tales puntos iniciales, que se modifican una y otra vez con cada exposición nueva: Polonia, Portugal, España, México, Argentina.  A su vez, lo que está concebido como Humano no es ni única ni principalmente lo que vemos en pantalla, porque Humano es básicamente una idea que persigue su creador con particular obsesión en todo momento, “hacer una película”.

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Esta frase integra intensamente lo que puede significar la cinta.  De hecho, a mi consideración, es la frase clímax del asunto. En este quedarse no en el comienzo, sino desde el comienzo, es tal vez donde podemos encontrar la brutal honestidad del proyecto. Como dije, me atrevo a pensar entonces que esta propuesta es un concepto que se va construyendo cada vez que se proyecta de nuevo en una sala, y que parece no tener nunca un punto fijo de partida, ni temporal, ni espacial. Pudo empezar tanto en alguna inflexión de la angustia existencial de Stivelman, en algún recuerdo de su niñez, en alguna visión sobre el futuro, en la sala de edición, en cualquier momento de su viaje, en uno de los días de su proyección.

La nobel trayectoria aún de Stivelman como cineasta parece ser de las que empiezan con el pie derecho e inaugura una experiencia muy valiosa sobre lo que puede significar hacer “cine artesanal”, el que se hace con todo y sin nada.

En este mismo sentido, Humano no puede apartarse en ningún momento de las palabras, los pensamientos y las intenciones de Stivelman, porque precisamente es una película acerca de sus ancestros. El equipaje a cuestas resulta más que metafórico al respecto. Por eso, Humano tiene que acompañarse imperdiblemente de un Stivelman presente en la sala de proyección, tanto en persona como en concepto.

Por otra parte, la película nos muestra algo esencial de la naturaleza del cine; que para quien tenga la osadía de creerse cineasta, el cine se hace de todos lados y con todo lo que se pueda hacer, pero siempre desde la obsesión del autor, desde su búsqueda existencial. Como podría sugerirlo Mark Duplass, no hay pretexto para no hacer películas con tus amigos los fines de semana, como no hay pretexto para no llevar una cámara y un montón de preguntas en cada viaje que haga.